El profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Sevilla Lino Camprubí nos habla sobre el contexto científico y filosófico de Frankenstein de Mary Shelley, obra significativa no solo en la literatura universal en cuanto a hito de la ciencia ficción moderna, sino como ejemplo de la ciencia romántica y referente de lo monstruoso en el cine.
Primer ejemplo de ciencia ficción moderna
Frankenstein ejemplifica a la perfección este género que toma situaciones científicas reales y las lleva a sus consecuencias para que se visualicen posibles dilemas éticos.
La electricidad, tema estrella
El contexto científico de la novela es el galvanismo. Luigi Galvani en 1791 publicó experimentos que se hicieron famosos porque demostraron por primera vez la existencia de corrientes eléctricas, que la electricidad se transmitía de unos cuerpos a otros. Llegó a eso más o menos de casualidad con ancas de rana. Al aplicar una carga a un anca vio cómo se contraía y tenía esos movimientos espasmódicos. Lo que le interesó fue la fisiología del asunto. La tesis que defendió es que había una especie de electricidad animal que enviaba al cerebro unos impulsos eléctricos que se transformaban en impulsos nerviosos, de lo que sacó una teoría general de la motricidad, del movimiento de los animales.
Siguieron una serie de experimentos importantes en este sentido. En 1800 Alessandro Volta generalizó la hipótesis de las corrientes eléctricas más allá de los animales (y lo hizo, por ejemplo, entre metales conductores).
Para el caso de Mary Shelley quizás lo más relevante sean los experimentos públicos muy comentados de 1818 en Escocia de Andrew Ure. En ellos probó los efectos de la electricidad en cadáveres humanos. Las descripciones de la época son una barbaridad. Las muecas del cadáver pasaban por todos los estados del ánimo, desde el dolor hasta la risa… todo un espectáculo.
Aquello tuvo dos consecuencias principales. Una era la pregunta que se hacía la comunidad científica de cuál era la base física, eléctrica de las emociones humanas. Mucho de la fisiología del siglo XIX se dedicó a intentar descubrir las relaciones entre la física y la psicología, qué importancia tienen la psicología, las sensaciones en cosas físicas, como pueden ser las percepciones de estímulos. La otra consecuencia es la idea misma de Shelley con Frankenstein, aunque se desconoce si supo de ellos. En cualquier caso, la autora sí conocía bien el galvanismo y el impulso final que le da vida al monstruo es eléctrico. Esta idea la ofrece el contexto científico del momento.
Aviso a navegantes
Para Shelley su libro es seguramente una advertencia ante el desarrollo de la ciencia en el siglo XIX, en plena revolución industrial, donde las sociedades humanas están yendo mucho más allá de las capacidades productivas que tenían antes gracias a las máquinas y la tecnología. Su aviso se extiende en el sentido de no permitir que el pacto con la ciencia sea un pacto con el diablo. Esto lo toma en parte de Goethe, literato y científico. De hecho, su Fausto, publicado unos años antes, es justo esto y se considera el culmen de la ciencia romántica. Goethe tenía una idea de la «Naturphilosophie», de que todo está conectado con todo y todo tiene su lugar y no deben traspasarse los límites y los seres humanos no pueden traspasar sus límites. Fausto, para saberlo todo, hace un pacto con el diablo. El relato de Shelley se parece un poco a esto. El doctor Frankenstein es alguien que juega a ser Dios.
Cine y ciencia
Diferentes versiones cinematográficas de Frankenstein han ido reflejando las teorías científicas de su época.
Una de las primeras películas del género de terror trata sobre el libro de Shelley, pero hace una interpretación peculiar de la creación del monstruo: en este film de 1910 cobra vida por una reacción química.
A lo largo del siglo XX y a medida que la psicología va cambiando y el cerebro va tomando mayor protagonismo (en el libro no es tan importante), las películas también van otorgando mayor protagonismo al cerebro. En una el monstruo es malo porque el cerebro que le es trasplantado por error procede de un criminal.
[…] Las reflexiones sobre el contexto científico y filosófico en el que se concibe la obra, por parte de Lino Camprubí. […]
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