Chéjov o el reto de retratar el alma humana

La narrativa de Antón Chéjov entra como cosa ligera, pero el poso que deja dista de ser menudo: las emociones que despierta en el lector y las reflexiones a las que le lleva, muchas y diversas. Con un par de frases el médico y escritor ruso es capaz de levantar escenarios completos y poner en movimiento personajes que respiran, comen, se enamoran y sufren como cualquier hijo de vecino.

Los temas de sus historias no se agotan y en apenas unas pocas páginas caben un buen puñado de ellos, por la sencilla razón de que habla sobre la vida misma, vida cotidiana de hombres y mujeres corrientes que tejen eso que se llama sociedad en ese todo que se llama mundo.

Huye de dramas recargados, de peripecias imposibles, de argumentos fantasiosos, de planteamientos grandilocuentes, de lo que abruma por su pompa y sofisticación. Se debe a la realidad y le basta con contar lo que ve para construir una prosa mayúscula.

Habla de las miserias humanas, muchas, de las mezquindades, varias, derivadas de la presión de entornos cerrados provincianos y de una sociedad clasista y estamental en los individuos que la padecen. ¿Que hay crítica social? Mucha, pero no desde el púlpito, sino dejando que se delaten los propios protagonistas: los desalmados egoístas, los vanidosos artistuchos de tres al cuarto, los frívolos, los miedosos, los apocados que prefieren resignarse a una vida sin amor a afrontar la no correspondencia, los temerosos de hacer pública una relación clandestina. Crítica, muchísima, de una sociedad que mantiene a las mujeres encorsetadas en unos roles determinados y confinadas a un segundo plano, sociedad que da más valor a los que aparentan ser alguien (corsé del postureo y la honra), como la camarilla de artistas de “La cigarra”, en detrimento de los que en verdad son alguien y hacen un servicio útil a la comunidad, como el médico de ese mismo relato.

Habla del amor sin pasteleos, de la soledad sin paliativos, de arrepentimientos sin remedio posible. Habla de personas corrientes y de sus problemas mundanos, de sus sueños imposibles, de sus ilusiones frustradas, de sus problemas de comunicación, de sus fracasos vitales, gentes de perfiles bien similares a los que marcan las rutinas del siglo XXI. Después de todo, no hemos cambiado tanto y la captura de pantalla profunda que Chéjov hace de la sociedad de su tiempo define también la actual. Por eso leer a Chéjov es asomarse a la ventana y ver la vida pasar.

Aspectos interesantes

  • Maestría del autor para recrear ambientes y extraordinaria capacidad de poner en situación al lector con apenas un par de pinceladas.
  • Fluidez narrativa.
  • Ágil manejo de los tiempos.
  • El formato de relato corto no le impide profundizar en sus personajes.
  • Chéjov no pretendía ser un narrador omnisciente ni dar lecciones de moral. Él sostenía: “El artista no debe convertirse en juez de sus personajes y de lo que dicen; su única tarea consiste en ser un testigo imparcial, […] presentarlos bajo una luz apropiada y hacer que hablen con su propia voz”.
  • Consecuencias desastrosas de la ausencia del espíritu de superación: personas a merced de los vaivenes del destino, vulgares, mediocres.
  • La naturaleza como espejo de las emociones humanas. Las estaciones marcan los estadios de las relaciones.
  • Recurso del humor y la caricatura.

También se mencionó en la tertulia:

  • Raymond Carver
  • Alice Munro
  • Miguel Delibes
  • Leopoldo Alas Clarín

Ficha

  • Títulos leídos: “La tristeza”, “El beso”, “El estudiante”, “En la oscuridad”, “La dama del perrito”, “Iónich”, “Aniuta”, “Las islas voladoras”, “Un hombre enfundado”, “La cigarra”, “La boticaria” y “El obispo”
  • Autor: Antón Chéjov
  • Comentados en la tertulia de febrero de 2019

Por María Ortiz

 

 

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